lunes, 11 de abril de 2011

17.000 FANS SE COMEN A BUSTIN JIEBER

Miles de enamoradas del joven cantante canadiense tomaron la noche del pasado 5 de abril el Palacio de Deportes, elevando el volumen de decibelios hasta lo imposible con sus gritos.
Hoy lo contarán en el cole. Anoche estuvieron a sólo unos metros de su amor imposible, de su chico perfecto, gritándole «te quiero», coreando todas sus canciones, bailando bajo sus órdenes. El niño diez, el gran descubrimiento de Usher en YouTube, por fin actuaba para ellas. Con la partida ganada de antemano, se las llevó de calle nada más salir al escenario con «Love me», una especie de versión de «Lovefool» de The Cardigans. Flechazo instantáneo en 17.000 chicas a la vez, todo un récord. Y porque no cabían más.

Unos minutos antes, durante la cuenta atrás en la pantalla gigante, la escena era el preludio de una tempestad rompecorazones. Niñas agarrándose y respirando cual embarazada en el parto, desmayos en las primeras filas, gritos ensordecedores, pelos como escarpias, tembleques nerviosos... Era la culminación de una larga espera, especialmente sufrida para algunas: todas las que habían pasado la noche al raso en la plaza de Felipe II para coger buen sitio. El fenómeno fan elevado a la enésima potencia. Lo nunca visto. Y sin exagerar.

Porque, ¿dónde están los Jonas Brothers? ¿Y Tokio Hotel? Ninguno de ellos provoca un ruido tan atronador en el público cuando sale a escena. Justin Bieber, además, tiene un carisma que encandila con una sola mirada. Y canta, baila, toca la guitarra, el piano e incluso —¡ouch!— la batería. Menudas armas tiene el chaval. Es cierto que sus primeros minutos fueron algo fríos, con unos pasos de baile iniciales impostados. Vamos, que en Fama le hubieran dicho que «demasiado forzado». Pero en cuanto se hizo con el lugar, se creció hasta transformarse en la megaestrella que todos teníamos previsto ver en acción.

En el segundo tema Justin se quitó las gafas y aquello alcanzó el punto de ebullición, cosa que el cantante canadiense aprovechó para ponerse baladista, con una «U Smile» cuyo estribillo compartió con sus fans prestándoles su micrófono. Pasos de Michael Jackson —gritos—, vídeos de Justin de pequeño —más gritos—, y de repente, a un par de butacas se sienta Belén Esteban con un grupo de niñas —Andreíta y amigas, suponemos—. El concierto total.

Espectáculo arrollador
Ella, sin embargo, no era una sufrida madre como las demás. Movía el esqueleto, levantaba los brazos y quedaba prendada del chico de oro como cualquier hija de vecino. Y a su alrededor, ni siquiera le prestaban atención. La celebrity del escenario estaba arrollando con su espectáculo.

A Bieber le han enseñado cómo manejar el tempo con las masas. Las excita sin inmutarse, y cuando las tiene a punto, se une a la fiesta como precipitadamente, haciendo estallar los medidores de adrenalina. Un showman de primera.

Y con una logística que no se queda atrás, pues pocas cosas parecidas se han visto en el Palacio de Deportes. Hacia mitad de concierto, cantó «Favorite Girl» en un corazón gigante suspendido sobre el público en mitad de la pista, con el único acompañamiento de su propia guitarra. Cierto es que hay momentos en que saltan las dudas: Bieber está continuamente arropado por un cuarteto vocal que puede tapar —y tapa— errores, y cuando hizo su show de batería, sonó un golpe en los platos que él no había dado. Pero la producción tiene unos resultados espléndidos. Con «One less lonely girl», apareció sobre el escenario, como de la nada, una chica del público que casi se derrite allí mismo cuando Bieber le cantó a unos centímetros de su rostro con un ramo de flores en la mano. «Somebody to love» tuvo una coreografía fantástica, y la puesta en escena de «That should be me» sabe sonsacar la emoción al menos pintado.

«¿Quién quiere ser su novia?», gritó el DJ de su banda antes del bis con «Baby», y la histeria se poderó del recinto como si fuera en serio. El caso es que ya tiene una, Selena Gómez, que debe ser la niña más odiada del mundo libre. Pero ayer, tuvo el «sí, quiero» de unas 17.000. Lo bueno es que estas son felices sólo con un besito lanzado desde el escenario.

EN LO PERSONAL ODIO A ESE PEKEÑOO!

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